clan nos separamos. Cada - Binasss

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Los fantasmas de mi cerebro". Obra que todos los que estén torturados para la depresión deben leer. Y también los médicos. Este autor prefería una ceguera o  ...
RADIOGRAFIA DE UNA DEPRESION Dr. José Amador Guevara

NOTA: Joaquín Alvarez Gorcía es mi condiscípulo. Después de nuestra graduaclan nos separamos. Cada uno siguió su propio camino. No había tenido noticias de él, hasta hace unos pocos días. Una circunstancia especial nos reunió de nuevo. La celebración de los cincuenta años de habernos graduado en el Liceo. En esta oportunidad me contó la historia oe su depresión y algo de su vida. Dice: "Mi vida ha sido un fracaso. Una vida mediocre, gris y anodina. He vivido por la "callejuela de la vía media". No he hecho nada. Nada he creado. "Me preocupa -eontinuó- que alguíen me interrogue ¿Qué has realizado en tu vida? ¿Qué has dado a los hombres y a la patria? Considero que soy como un pequeño arado que no abre surco profundo en ro tierra. "H,ub¡era querido ser otro. Y exclama: ¡Si pudiera tener una nueva oportunidad de vivir! Si esa oportunidad llegara de nuevo enmendaría los muchos errores cometidos y daría una nueva dirección a mis empeños. Trataría de "administrar" mejor mis pocas capacidades. ¡Cómo me esforzaría en crear! Daría vuelo a mis fantasías para ese anhelo de creación. "Lamentablemente la depresión, que me acompaña desde hace tiempo, no ha permitido salvar el puente que separa la mediocridad de la gloria. "¡Oh, qué triste es llegar a viejo y no poder contarle a los niños nada de nuestra vida! iTerrible esterilidad!

"Voy a contarle la historia de mi depresión. ¿Ayudará esta narración a otros desgraciados como yo, servirá de anticipación, de alerta a otros? Mi historia es un documento profundamente humano. Lo humano intereSa a todos. "Mi depresión se inició cuando Días bajó los párpados" según expresión de José María Gironella, autor de .. Los fantasmas de mi cerebro". Obra que todos los que estén torturados para la depresión deben leer. Y también los médicos. Este autor prefería una ceguera o una caverna en el pecho antes que la depresión. Se dirige al Señor en momentos que lo expresa. Durante el periódo de mí dolencia me entristeció la indiferencia de la gente frente a m¡ drama. No se daban cuenta de la magnitud dé esta enfermedad y de mi sufrimiento. Enfermedad que afecta lo más importante; el elemento afectivo de la personal idad. "Esta indiferencia incluye a familiares y a amigos, y también a los médicos. El autor de .. Los fantasmas de mi cerebro", se preguntaba: ¿Comprenderán alguna vez los profesionales la depresión? Tal vez, si ellos mismos la padecieran, contesta. "Con frecuencia oí expresiones como: "lucha, levanta el ánimo, esfuérzate, sé fuerte, ten paciencia, el tiempo te curará, espera, etc., etc." Pero qué poco me ayudaron. Me sentía tan solo y abatido.

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"Me llegaban a decir que ya en la Biblia se habla de un profeta enfermo de la mente, y al cual David había curado con su música. También de grandes escritores. ¡Como si eSo fuera consuelo! Alguien me dijo -no exagero- no se preocupe tanto, fíjese que ya hoy con el avance tan extraordinario de la psiquiatría, ya todos tenemos algo en el órgano más noble de nuestra estructura física. "El amanacer era torturante. Hubiera deseado que no existiera mañana. Cada mañana era un intolerable caos anímico. Los minutos una eternidad. ¡Si pudiera detenerse todo en ese instante! "Después del desayuno me aislaba en mi cuarto. Era un aislamiento relativo. ~En la casa no era posible aislarse. Mi cuarto estaba en un pasillo de la casa-o Por el ruido y el movimiento parecía la Avenida Central. "No deseaba oír ni hablar con nadie. Oír risas, conversaciones Henas de humor, y optimismo me incomodaban. Tenía envidia. "Mi aislamiento molestaba a las gentes que me rodeaban. Lo interpretaban como a enojo de mi parte. Entonces a su vez elLos se molestaban conmigo. Creaban así un círculo vicioso inconveniente: depresión mía -molestia de ellosmayor depresión. "Consideraba que mi cerebro estaba envuelto en una densa neblina. Esa neblina estaba formada por una serie de prolongaciones -como alambresque penetraban en los intersticios de mis circunvoluciones y que me causaban finísimas grietas sin poder fijar su localización. En todo lo que le voy contando hubo un aspecto harto desagradable: no podía pensar, las ideas habían huído, como hoías secas sacudidas por un vendaval. "La lectura se hizo imposible, ¡y como me hubieran ayudado los libros! ¡Tan buenos amigos que habían sido! También ellos me abandonaron. "Nada me interesaba. Mi mirada era vaga, como perdida en la lejanía. Permanecía sentado en un sillón, absorto y como petrificado. Me rodeaba un inmenso vacío, una indefinida extensión. "A veces deseaba escribir: Tomaba una hoja de papel y un lápiz, pero de ahí no pasaba. Mi cerebro un terreno árido. Un desierto, una total esterilidad. "Me sentía como señalaba Erasmo, espectador de mi propia destrucción. "Padecía de "incontinencia emotiva", según acertado concepto del psiquiatra Dr. Gonzalo González Murillo. Cualquier deseo de expresar un sentimiento se convertía en un llanto. No cedía fácilmente a pesar de mi esfuerzo. No podía visitar un enfermo, oír una pena, dar un pésame, mi voz no salía con su natural tono. Era una voz "quebrada" como balbuciente. "Esta "incontinencia emotiva" aparecía también, cuando observaba escenas dramóticas en el teatro, en la televisión o en el cine. "Un capítulo especial era el de las drogas. ¡Cómo olvidar ese calvario! Las reacciones secundarias eran tan molestas que a veces prefería no tomarlas. La administración de las mismas se cambiaba constantemente. Muchas eran ineficaces. Me encomendaban tomar el último medicamento lanzado al mercado por la industria química, precedida de la más brillante propaganda. ¡Y qué decir del costo de esta polifarmacia. La terapéutica era la llamada de "escopeta". Algún proyectil daría en el blanco. "Toda persona que se acercaba a mí tenía su panacea. Llegué a tomar los más extraños remedios "caseros". Y hacer las más raras cosas como, por ejemplo, besar el dedo gordo del pie derecho de un santo milagroso." Al terminar su narración, Joaquín Alvorez Gorda exclamó: "Ojalá que Dios abra los párpados antes de que otro ser humano sea víctima de la depresión. " (Joaquín Alvarez Garda leyó las anteriores líneas y autorizó su publicación). José Amador Guevara

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