El mito del hombre-lobo en la narrativa argentina - Universidad ...

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La metamorfosis zoantrópica de hombre en lobo es uno de los mitos más difundidos por ... narrativa metamorfosis hombre-lobo. .... sucumbe en la pesadilla.
Resumen: H-022

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006

El mito del hombre-lobo en la narrativa argentina Trevisán, Olga N. - Porto de Farías, Norma N. - Nardelli, Verónica Facultad de Humanidades, Departamento de Letras, UNNE. Las Heras N° 727. Código postal 3500. Resistencia. Chaco. Argentina. Teléfonos: (03722) 422656- 423683. E-mail: [email protected], [email protected]. Antecedentes La metamorfosis zoantrópica de hombre en lobo es uno de los mitos más difundidos por Europa y América. Del hipotexto de la oralidad han pasado a otros discursos sociales como la literatura, la radio y el cine que resemantizan el material mitológico. Este proceso de intertextualización de los discursos orales tiene origen en la literatura grecolatina: los relatos de Ovidio y Petronio pueden ser considerados textos fundacionales -según el concepto de Eliseo Verón (1992:27)Según Jorge Fondebrider (2004) la licantropía hace su aparición en la literatura contemporánea de ficción en el siglo XIX, cuando las poblaciones urbanas ponían cada vez mayor distancia entre ellas y los mitos rurales. Desde entonces, esta temática ha ido enriqueciéndose con variados matices y ha inspirado la pluma de diversos autores, quienes desde perspectivas originales continúan expandiendo sus fronteras. Reconocidos escritores como Maupassant, Stevenson, Kipling, Pirandello, Saki, entre otros, incluyen entre sus páginas el mito del hombre – lobo. La leyenda también arraigó en la literatura nacional. Así lo demuestra su recurrencia en la narrativa: en la novela El endemoniado Sr.Rosetti de J.J. Bajarlía y en numerosos cuentos como Fases de la Luna de Sara Gallardo, El lobizón de Horacio Quiroga y los homónimos de Silvina Bullrich y Velmiro Ayala Gaúna, entre otros. Este trabajo es parte de un proyecto de investigación más amplio: Persistencia y transformación del mito de la metamorfosis del hombre en lobo, en relatos de la literatura latina y en producciones literarias y cinematográfica argentinas, cuyos resultados parciales, referidos al análisis del corpus integrado por los relatos latinos de Ovidio y Petronio y los discursos argentinos: el cinematográfico de Leonardo Favio y el teatral del autor chaqueño Hugo Blotta, fueron presentados en la versión 2005 de la Reunión de comunicaciones científicas y tecnológicas, Secretaría General de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional del Nordeste. Materiales y Métodos En el presente trabajo nos proponemos realizar una lectura crítica de dos cuentos de reconocidos escritores argentinos: Manuel Mujica Láinez y Enrique Anderson Imbert y de una novela de Juan-Jacobo Bajarlía ,quienes recrean, con una hábil combinación de tradiciones regionales y elementos clásicos, el mito del lobisón, a fin de señalar a través del análisis de los discursos la trama de la diversas significaciones y transformaciones semánticas operadas por la matriz narrativa metamorfosis hombre-lobo. El corpus queda integrado por obras de narradores argentinos pertenecientes a la misma generación literaria: 1. 2.

El lobizón de Manuel Mujica Láinez (1910-1984). En Aquí vivieron Bs. As., Sudamericana, 1949. (Cuento) Licantropía de Enrique Anderson Imbert (1910-2000). En Narraciones completas. Bs.As. Corregidor, 1990, Vol.V. (Cuento) 3. El endemoniado Señor Rosetti de Juan-Jacobo Bajarlía (1914-), Bs.As., EMECÉ, 1977. (Novela) Método: análisis textual, intertextual y contextual de las obras elegidas. Análisis comparativo. Discusión de Resultados El relato de Mujica Láinez El lobizón se ambienta en la Buenos Aires del siglo XVII, cuando “todavía era una aldea polvorienta”, en el marco de un verano de la década del ´30. El protagonista, el hidalgo don Pedro Esteban Dávila, por entonces gobernador del Río de la Plata, regresa de una excursión cerca del río del Luján, donde “cuentan que hay cuatreros”, aunque los rumores de la ciudad hablan de “contrabando propio del gobernador”. A escasas cinco leguas de su destino, en la zona de los “Montes Grandes”, se detienen para pedir agua frente a una choza, ubicada a la vera del camino. La tropa es recibida por una mestiza que había salido de su choza, “medio desnuda, con la ropa llana desceñida por el calor”, atraída por la curiosidad. La joven “casi una adolescente” despierta en el “caballero de Santiago” y en el de toda la milicia, deseos lascivos, “otras sedes”. Cuando reinician la marcha, el Gobernador, completamente enajenado por esa visión femenina, intenta sosegarse escuchando las historias que le relata Felipe Medrano, “muchacho de la Asunción del Paraguay, mitad bufón y mitad confidente”, sobre un hombre lobo que por las noches azota la pampa con su violencia. La creencia local no es novedosa para Don Pedro, aunque un interesante choque de culturas puede observarse, tras la lectura del diálogo sostenido entre el español y el asunceño: mientras que para don Pedro la historia es una “conseja de nodrizas para niños”, para los campesinos de Montes Grandes, en cada luna llena, es posible oír su presencia. Mientras que para el primero es una anécdota, para los segundos es una vivencia. Poseedor de una gran cultura, proporcionada por su alcurnia y por sus viajes, don Pedro insiste en negarle originalidad americana al relato del lobisón y la cree trasplantada por los conquistadores quienes, sin proponérselo, la regaron en descuidadas charlas. En soledad, recordaba: “¿Hombres-lobos? Cervantes los cita, y ya antes, mucho antes. Homero y Plinio y Ovidio y Plauto: Don Pedro Esteban Dávila tropezó con el relato en Italia, en Flandes, en Castilla”.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 En el tedio de sus tareas habituales, y ardiente por los deseos que lo consumen, como el calor consume la ciudad, después de dos meses sin lluvia, el noble don Pedro decide urdir un plan. Cual si fuera “una comedia florentina” el gobernador utiliza la creencia lugareña y en tono jocoso se la comenta a su leal Felipe. Decide titularla “La farsa del lobo cornudo” pues consiste en hacer creer a Sancho, el marido de la mestiza, que él es un lobisón. ¿Cómo le nació la idea? La pasión enardecida, la proximidad del plenilunio y la superposición de imágenes inspiraron su espíritu. Así, el narrador nos indica que don Pedro “superpone a la estampa hirsuta, convencional, del maldito, la de Sancho Cejas, con las orejas triangulares separadas del cráneo, con los dientes filosos que descubrió su sonrisa esclava”. Llegado el momento, y tras las diligentes tareas de su bufón paraguayo, el lujurioso español se encuentra en la choza con Mari–Clara. Después de dos o tres horas, una tempestad se desata y oyen, entre truenos y choque de ramajes, el grito de Sancho Cejas y, además, “creen escuchar cerca de la puerta y luego en los resquicios de la ventana, un ansioso jadear, como de bestia que olfatea”. El Gobernador sale y la mestiza cierra la puerta dejándolo a merced de la tempestad que se desata y de la aparición del presunto lobisón. El grito desencadena el pánico. A partir de ese momento, las posiciones se revierten: la mestiza crédula recobra seguridad al trancar la puerta, es decir, consigue dominar la situación, mientras que el Gobernador se deja dominar, transformándose en esclavo de su propio ardid. De este modo, sugestionado por su creación, el General comienza a buscar un sendero que lo devuelva a la realidad, corriendo, desesperado, bajo la tormenta. En la loca correría los tormentos ocultos y el terror a lo desconocido invaden su alma Para conjurar los demonios que lo hostigan “Formula el voto de construir un convento bajo la advocación teresiana en el Río de la Plata. Jura solemnemente que jamás volverá a yacer con la Mari-Clara, hembra de perdición. Devolverá hasta el último ochavo de sus granjerías”. Finalmente, casi al borde de la histeria, llega hasta donde se encuentra el paraguayo quien, al verlo, lo confunde con el lobisón y huye del lugar. El grito secciona la frontera de lo natural y lo sobrenatural: la aventura desemboca en carrera alocada como último intento de volver a la civilización, donde el grito pierde su efecto. Sin embargo, sugestionado por la noche y el miedo, el Gobernador cree palpar en su cuerpo la pelambre hirsuta. Para él ya no hay posibilidad de regreso al mundo racional y sucumbe en la pesadilla. Por otra parte, el grito, como maldición, presagia la caída “Don Pedro se derrumba con la cara en el lodo. A la madrugada le recogieron unos carreteros, y, sin reconocer a Su Señoría, arrojaron al hermano del Marqués de las Navas, muñeco de trapo, sobre los fardos de cueros malolientes”. Dos símbolos se asocian al grito: la sequía –calor- y la lluvia –agua. La sequedad, que constituye la atmósfera abrumadora de la primera parte del relato, podría representar una de las calamidades desencadenadas por los dioses para castigar las faltas del gobernador. En tanto que la tormenta podría significar las calamidades vengadoras, tanto del esposo burlado como del destino, ya que el gobernador era asediado por sus cuentas y la naturaleza de sus actividades “los funcionarios le apremian con rendiciones de cuentas dudosas… Pronto, demasiado pronto, tendrá que abandonar el cargo pingüe y entonces comenzará el juicio de residencia. Que si robó. . . que si no robó. . . que si andaba amancebado. . . que si los contrabandistas. . .”. De este modo, la torrencial lluvia que se desata cuando el amante abandona la choza, simbolizaría un favor de los dioses de doble sentido, espiritual y material. Develaría, entonces, un castigo por el incumplimiento de las normativas sociales vinculadas con la moral y las buenas costumbres. En cuanto a la creencia del lobisón, el relato referido por Felipe incluye ciertas características comunes como ser su metamorfosis durante las noches de luna llena en aguará guazú, sus ataques a animales y el olvido de sus actos tras la luz del amanecer. La fisonomía de Sancho (“un paisano, mestizo también, muy feo”, de “orejas separadas, en punta, mucho vello en la cara, en los brazos”, de áspera “pelambre”, con “ojos de perro”) coincide con la de los hombres, previa a la transformación. En el cuento la tensión crece porque nada pasa. Los ambientes son claros, los paisajes no atemorizan, los personajes se mueven con naturalidad. Inesperadamente, la velocidad se acelera y el narrador dirige el último golpe, –el que libera lo fantástico, es decir, el que introduce la fractura en el discurso realista–, justo antes de llegar al punto final. Anderson Imbert plantea en “Licantropía” una historia sencilla: el narrador, a la vez personaje, cuenta las peripecias vividas durante un viaje en tren, en el que encuentra a su vecino, “al banquero que vive en el departamento contiguo”. Juntos comparten un largo periplo sobre los rieles, que culmina con una transformación. El narrador inicia el relato con los acontecimientos de un día cualquiera “Me trepé al tren justo cuando arrancaba”. Sin embargo, el descubrimiento de su inesperado acompañante lo lleva a realizar una descripción física de Genovesi, que se inicia con la mención de su sonrisa, de la que destaca unos grandes dientes, que llamarían la atención hasta de Caperucita Roja. Esta observación física se interrumpe para dar paso al recuerdo de sus ocasionales encuentros. Entre ellos, destaca uno en el que se contraponen sus asuntos laborales “después de felicitarme por el cuento fantástico que publiqué en el diario, se presentó tendiéndome una tarjeta: ‘Rómulo Genovesi, Doctor en Ciencias Económicas’ y me ofreció sus servicios en caso de que yo quisiera invertir mis ahorros. —Usted —me dijo— vive en otro mundo; yo vivo en éste, que lo tengo bien medido a palmos; con que ya sabe, si puedo serle útil...”. El narrador esboza, así, una irónica comparación entre la mente racional de Genovesi, en la que sobresale su talento especulativo, y sus propias cualidades, unidas a lo fantástico. También destaca “el éxito que Genovesi obtenía en sus operaciones económicas” frente a su “pobreza”. Sin embargo, para el narrador, el triunfo “no se reflejaba en un rostro satisfecho, feliz. Al contrario, su aspecto era tétrico”.Este detalle se une a otros que completan su aspecto general“Teníamos la misma edad, pero (si el espejo no me engañaba) él parecía más viejo que yo. ¿Más viejo? No, no era eso. Era algo, ¿cómo diré?, algo misterioso... Era como si la pérdida de carnes le hubiera ocurrido varias veces y de tanto engordar y enflaquecer, de tanto meter carnes bajo la piel para luego sacarlas, su rostro hubiera acabado por deformarse. Todavía mantenía erguidas las orejas, prominente la nariz y firmes los colmillos, pero todo lo demás se

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 aflojaba y caía: las mejillas, la mandíbula, las arrugas, los pelos, las bolsas de las ojeras...”. En la descripción están presente los rasgos característicos de los hombres – lobos: “orejas erguidas”, “nariz prominente”, “colmillos firmes” y “rostro deformado”. La fisonomía del personaje parece llevar el sello de su instinto animal. El viaje horizontal, propicia la charla, de mala gana para el narrador. Los temas se orientan de la economía hacia la literatura fantástica. Genovesi monologa ofreciéndole a su vecino anécdotas raras, para que “escribiese sobre ellas” y se“hiciera famoso”. El diálogo “tuvo forma de espiral” y fue apartándose paulatinamente “del punto central, exacto, lógico” que el narrador “suponía que era la residencia permanente de todas las profesiones técnicas”. Primero, le propone temas relacionados con “la curación por acupuntura, hipnosis y parapsicología”, luego penetra en “la región de las conjeturas pseudocientíficas; una: la de que nuestro planeta ha sido colonizarlo por seres extraterrestres”, adhiere, después, a “la causa de brujos, chamanes, nigromantes y espiritistas”y, finalmente arriba a la licantropía. El cuentista niega crédito a la creencia y determina su origen “—Bah, el cuentito del licántropo —le dije—. Lo contó Petronio en el Satiricón”. Sin embargo, antes de proponer el tema, Genovesi enfatiza que “hay que estar predispuesto a creer que aún lo increíble es posible”. De esta manera inserta lo inexplicable dentro de un mundo sujeto a la razón. El relato dibuja una doble espiral, por un lado, Genovesi, quien en su mundo habitual da prioridad al raciocinio, parte de lo rigurosamente “verídico” y progresa hacia el “oscurantismo” y, paralelamente, el narrador inicia su recorrido por la misma espiral pero en sentido contrario, de la imaginación a la razón. De este modo, las dicotomías que aparecían como propias de cada personaje (Genovesi, “conocedor las condiciones económicas del país, de empresas, bancos, interese, pólizas, genio de las finanzas, adinerado, con talento práctico, vive en este mundo”; el narrador: emotivo, fantasioso, espontáneo, genial, vive en otro mundo, rechaza la realidad ordinaria) se desdibujan y descubren las tensiones entre el pensamiento lógico racional y su imposibilidad de explicar determinadas realidades. Entonces, extasiado, Genovesi admite la existencia de otros saberes, superiores a los de la ciencia canónica. En oposición, el narrador argumenta que no se trata de una confrontación entre la realidad y la fantasía “Él, que como economista jamás hubiera firmado un cheque en blanco, extendía el crédito a cualquier milagrería (...) desenterraba los mismos fantasmas que yo he visto, vivido y vestido en mis propios cuentos, con la diferencia de que para él lo sobrenatural no era un capricho de la fantasía. Le faltaba el don de los poetas para convertir los sentimientos irracionales en bellas imágenes. ¿Cómo explicarle a ese crédulo que la única magia que cuenta es la de la imaginación, que impone sus formas a una amorfa realidad sin más propósito ni beneficios que el de divertimos con el arte de mentir? Y aun esa imaginación no es espontánea pues sólo vale cuando se junta con la inteligencia”. Penetran, entonces, en un túnel “más tenebroso aun que la noche” y Genovesi comienza a metamorfosearse “De no ser por la voz, yo no habría estado seguro de que ese bulto enfrente de mí seguía siendo Genovesi” El narrador relata el final de su vivencia, el camino de regreso al mundo de la realidad objetiva. A partir de allí, abre las puertas de lo fantástico y refiere en una mezcla de asombro y pavor, algo espeluznante “Los pelos a mí, no a él, se me pusieron de punta cuando al salir del túnel y entrar en la estación, los focos iluminaron de lleno la cara de Genovesi. Espantado, noté que mientras repetía ‘créame, lo sé, el lobisón existe’, se metamorfoseaba. Y cuando terminó de metamorfosearse vi que allí, acurrucado en su cubil, el genio de las finanzas se había convertido en un grandísimo tonto”. El final, preludiado en el enfrentamiento de citas de autoridad (“Cuando por ahí, sin saberlo ni quererlo, merodeó por la frase unamuniana ‘la razón es antivital’, tuve que reprimir las ganas de retrucarle con la frase orteguiana: ‘El hombre salió de la bestia y en cuanto descuida su razón, vuelve a bestializarse’”), devela el riesgo de que el ser humano se degrade hasta convertirse en un animal, cuando inesperadamente deja aflorar la bestia interna, dormida por las normas culturales. El viaje representa una búsqueda, un profundo deseo de cambio interior, una necesidad de experiencias nuevas, la huida de uno mismo. En este viaje iniciático entre una y otra orilla de la imaginación y la razón, ambos personajes viajan enfrentados, como enfrentados están en sus tareas habituales y en sus especulaciones. También la luz y la oscuridad tienen un simbolismo importante en el texto: entran en relación de alternancia o complementariedad (racionalidad e irracionalidad). La luz simboliza la razón, mientras que lo negro representa un estado primitivo. La luna, en este caso su ausencia (“la noche del campo, una noche sin luna y sin estrellas, penetró por las ventanillas y reinó adentro tanto como afuera”,“Aúllan en las noches sin luna, como ésta, y matan”) es una innovación en las condiciones habituales en que suele producirse la metamorfosis. En esa aventura salen a luz los rasgos duales de los personajes, la idea de que todo hombre tiene un doble en forma animal, relicta de algún estadio de su evolución biológica, expresión bestial de la naturaleza humana, dimensión desconocida de la conciencia. Bajarlía toma motivo del lobisón en El endemoniado Sr.Rosetti, novela cuya factura se encuentra en la encrucijada entre la narración policial y fantástica. La ciudad bonaerense de Pergamino se ve asolada por un extraño criminal en serie, un hombre lobo que ataca a mujeres indefensas, madres que amamantan y niños recién nacidos. Una de las víctimas, salvada milagrosamente, es Nilda, novia de Jorge Rostti, un joven culto, inteligente, excéntrico y cortés de “rostro torturado, que solía encerrarse en la biblioteca de su casa para dedicarse al estudio de la parapsicología. Visitaba a Nilda con cierta frecuencia, pero nunca los viernes”. Desde el comienzo, los investigadores, Patricio Malherbe y su ayudante Barreda, tienen la certeza de la identidad del hombre-lobo. La acción se desarrolla en la búsqueda de una trampa para atraparlo in situ, tener pruebas fehacientes

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 para arrestarlo; pero la sagacidad del lobisón vence permanentemente a sus perseguidores, quienes finalmente lo matan en un viejo caserón abandonado, un verdadero laberinto donde Rosetti se esconde para huir de sus perseguidores. La narración, que mantiene casi todos los elementos tradicionales de la leyenda (el séptimo hijo varón, de apariencia y comportamientos enigmáticos, de carácter retraído, transformado las noches de luna llena los días viernes, que en su forma animal se alimenta de desperdicios), alude permanentemente, nos reenvía a otros textos: las leyendas del hombrelobo de todos los folclores europeos y latinoamericanos, las Metamorfosis de Ovidio, la novela de Stevenson El Dr. Jekyll y Mister Hyde, la Biblia y otros escritos religiosos y ocultistas. Con estos elementos, Bajarlía estructura su relato. La polifonía de voces que propone la novela en sus distintos estratos discursivos (el prólogo, los epígrafes, un diario secreto y una carta de Rosetti) permiten un intercambio de óptica y opiniones sobre el caso. Sin embargo, todo intento de explicación razonada es trasvasado al misterio de la condición humana: los temores del hombre de mostrar un aspecto de su propia naturaleza, los impulsos irracionales; el miedo de una regresión a un estado primitivo de bestialidad; y al enigma de la presencia de otras realidades sobrenaturales indescifrables. Rosetti no sólo es un psicópata con poderes paranormales capaz de transformarse en algo monstruoso, sino un endemoniado, un poseído. Se introduce así otro tópico: el problema del bien y del mal, el de la fuerza del Demonio actunte en el mundo. El protagonista se cree un elegido por Dios para hacer justicia en el mundo, un descendiente de los “egrégores, ángeles caídos, pertenecientes a la primera edad mítica: “los ángeles caídos que habían enseñado al hombre a desterrar lo opresión de los monstruos malignos que dominaban por el crimen y el hambre”- escribe Rosetti en la carta. Pero esos monstruos malignos no son los seres zoantrópicos sino los aquellos hombres que aprovechan el progreso y la ciencia para oprimir a los débiles. Si bien el diario secreto y la carta son discursos de la mente torturada de Rosetti, ya que el sicótico le da al objeto de sus pasiones un valor ético, en una especie de sublimación de sus actos criminales, no dejan de inquietar sus planteos sobre el desdoblamiento de la personalidad, sus dos yo irreductibles, sobre el valor de la ciencia, sobre la noción del mal, sobre la paulatina degradación de la humanidad. Conclusiones En la propuesta de Anderson Imbert se infiere, desde su título mismo, Licantropía, y del sugestivo nombre del personaje Rómulo (aludiendo a la mítica fundación de Roma) una estrecha relación con la leyenda, aunque finalmente toda la obra se sustenta sólo en la carga simbólica del término. El relato propone reflexiones en torno a dos concepciones opuestas pero a la vez complementarias: fantasía y razón. En el caso de Mujica Láinez la novedad surge a partir del miedo que suscita en el protagonista el enfrentarse con lo desconocido. Comienza, entonces, un proceso que finaliza con una metamorfosis, expresión del inconsciente, que cobra forma a partir de su propia imaginación creadora: el cambio no es físico sino que afecta a la personalidad profunda y está presentado como castigo a su conducta social deshonesta. En el mismo sentido, en el cuento de Anderson Imbert, el “Doctor en Ciencias Económicas” deja aflorar,“la bestia interna” que se apoderan de su raciocinio. El horror en ambos relatos no es el producto de una realidad superior a la humana sino de una inferior, que degrada al hombre y lo lleva a un estado primitivo. De este modo, la creencia, que no se funda en la razón, debilita, en los personajes la percepción de lo posible y lo imposible: en ese espacio aflora lo inconcebible, lo que no puede ser considerado por el pensamiento racional. La narración de Bajarlía, insertada en un canon de novela policial, donde deberían primar las pruebas científicas y las deducciones racionales, paradójicamente, es la que plantea una apertura al misterio de los procesos paranormales y demoníacos factibles de operar una metamorfosis que afecte síquica y físicamente a la persona. Como los otros cuentos, indaga sobre el enigma de la existencia de otra dimensión de la condición humana, sobre el miedo a que motores irracionales y ocultos transformen al hombre en una bestia. Pero a diferencia de ellos, ahonda en la confrontación de un mundo racionalmente ordenado y otro donde interactúan elementos sobrenaturales invisibles y las fuerzas demoníacas, tal como lo explica un personaje de la obra, el investigador Malherbe, con una frase de Teilhard de Chardin: “Dentro de la escala cósmica, toda la física moderna nos demuestra que sólo lo fantástico tiene posibilidades de convertirse en verdad”. Bibliografía Barthes, R. Mythologies, Paris, Editions du Seuil, 1957. Blache, M. Estructura del miedo. Narrativas folklóricas guaraníticas. Bs.As., Plus Ultra, 1982 .Análisis estructural de una creencia de la zona guaranítica: El Lobisón. En Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología. Nº 8, Bs.As., Ministerio de Cultura y Educación, Dirección Nacional de Investigaciones Culturales, 1971-1978. Farson, D, Hombres lobo, vampiros y aparecidos. Barcelona, Ed. Noguer, 1976. Fondebrider, J. Licantropía. Historias de hombres lobo en occidente, Bs.As. Adriana Hidalgo, 2004. Frazer, J. La rama dorada. Madrid, 1984.Ginzburg, C. Mitos, emblemas e indicios. Gedisa Edit., Barcelona, 1999. Romano,E. La emigración de los lobizones: del imaginario popular a la industria cultural. En Revista de Investigaciones Folklóricas. Vol. 12, Bs.As., 1997. Verón, E: La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona, Gedisa ed., 2ª reimpresión 1998.